Época de oro

Bienvenido a la época de oro de tu vida, ¿estás listo para disfrutar de ella?

Tres kilos con 200 gramos, ¿acaso no es tu peso la primera cifra que se anota en el libro que protagonizas desde el momento en que naces? Acto seguido el llanto, y la historia toma forma, comienzas a plasmar acontecimientos en tu memoria.


Inicias la época de bronce, el momento en donde todo es nuevo, y descubres el mundo. Aprendes a andar, la curiosidad te lleva a experimentar, y trazas con garabatos. Creces un poco más y deseoso de correr, el tiempo acelera para tocar la adolescencia; la confusión más extensa.


Sin notarlo, te conviertes en adulto, que en un parpadeo escribe con una mejor caligrafía el paso triunfal a la época de plata para descubrir que el anhelo de “ser grande” fue el deseo más erróneo que pudiste tener porque el aprendizaje continúa y golpea como piedra en el rostro. Entonces plasmas con tinta indeleble y los achaques se manifiestan. ¿Acaso estás perdiendo tu juventud? ¡Bienvenido a la época de oro!


Podrías pensar que a tu libro le quedan pocas hojas para continuar escribiendo, pero no es así. ¡Llegó el momento de leer todas las páginas! Sin embargo, te dicen que has dejado de ser quien solías y el mundo se esmera por recordarte que ya no cuentas con fuerza, que has dejado de pertenecer y no hay sitio en donde encajar porque tu salud se ha deteriorado, tu piel se asemeja a un papiro y tus anécdotas han dejado de ser interesantes para el resto.


La época de oro se ve opaca porque el tiempo ha avanzado con rapidez, y con crueldad te comenta, hay poca tinta en tu tintero. —¡Aún me quedan espacios en blanco!—, gritas con fuerza. —Quizá con manos temblorosas, pero todavía puedo hacerlo—, el eco de esa voz se pierde entre la indiferencia. ¿Por qué hoy todos te miran distinto?


Tus seres queridos han olvidado que este protagonista aún cuenta con energía para continuar escribiendo su historia, pero han dejado de escuchar, te delegan y suponen has retrocedido a tu época de bronce, porque no dejan de darte órdenes y pedirte que no te involucres más en tus propias decisiones. El oro ya no brilla tanto como lo imaginaste.


Los adultos mayores no lo saben, pero deberían estar viviendo la mejor etapa de sus vidas; no obstante, el 16% de ellos en México sufre maltrato y abuso. ¿Por qué no dignificar todos y cada uno de sus días? En residencias Le Monde estamos seguros de que es tiempo de plasmar momentos que trascienden y no cerrar el libro, sino continuar redactando; porque el oro son ellos, uno de los tesoros más valiosos que quizá no hemos descubierto.